Otra vez, otra vez.
Mientras más alto saltaba, más
coraje armabas, mejor sonaba tu rima, y una lágrima, tallabas.
Cuando poco aire le quedaba a lo
ancho de mi pecho, inflado, grande, mentido, me pateaste el banquito… y sin
juicio me moriste al placard. O hicimos de cuenta que.
Más lejos me pateabas y más
cerca empecé a sentirme. El tiempo podría llegar a ser aliado, después de tanto
disolver colores. Después de tanto mandarme al barro. Aunque después me cobre
el alma con la cara de la moneda que nos vio cruzarnos. Que compró los valores
que vamos a perder para encontrarnos.
No te creí todo lo que dijiste.
Pero tampoco creí lo que no me convenía y era. Te creo lo que quiero, porque es
lo que me sirve. Lo que ya no sé si es amablemente cierto. Lo que necesito.
Sangre o derechos, muerte o valor.
En el dogma de tu miedo, muere
el aire de la vida. La sangre se vuelve más rosa, y más la tuya aún. No podés
dejar la piel secando al sol. No podés mentirme lo que siento de vos hacia mí. No
podés controlar lo que siento de vos hacia mí. No podés recortar lo que hay de
vos hacia mí. No podés mentir lo que hay de vos hacia mí. O no tanto.*
Salvo que sea un capricho.
No te creo, salvo que sea un
capricho.
* Tu historia es tuya y no califica. No conmigo, no por vos. Como si no existiera.