Quizás lo sentí. Te sentí. No anduvo lo bien que me hubiera gustado la mañana de ayer, pero peor la de hoy. Por ahí te acompañé, o te dí una mano, o sufrí tu herida, o sané tu embargo. Mejor dicho, alguna parte de él.
Experimenté un sabor a nada, después de la sorpresa, después de comenzar la desarticulación que se sufre al perder una referencia de tantas. Experimenté mis expectativas proyectadas en tu vida. Proyecto en todo. Y te juzgué desde lo que yo puedo y quiero ver. Perdoname.
Hay historias que van con vos y no terminaste de contar. Marcelo también se va a ir inconcluso. Se entere o no, no va a poder morirte nada.
Un muy buen tipo. Eso y nada más. Hoy no importa ser bueno. Ni ser amado. Sólo la alabanza de los que no ves. La alabanza y nada más.
Tu familia te va a sentir. Mary y tu Marcelo. Cabrón, libriano, ajeno y propio. Hijo. Mentido. Embobado. Tuyo. No dejaste nada por entregar a los tuyos. Los amaste por sobre el taxi, la pizza y la perra. Pusiste el ángel que le robaste a los mates amargos como la vida. Vos los tomabas dulce. Yo te decía que no te hacía bien. Y aparte los tomo más tercos. Y aparte tenías que cuidarte. Pero aparte, ya estabas jugando otros juegos.
Gracias,
Iván.
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