Aparece el elemento. Cada sonido deja una huella, un signo se graba en la memoria de materia abstracta y estructura la conexión de la percepción con dicho elemento a cada vez. Resurge el signo, con un pequeño destello de luz detrás de él, y cada nueva experiencia con el elemento está condenado a la sensibilidad con la que fue recibido, al momento en que fue descubierto.
Las huellas psíquicas, genuinas, puras, tejen una red unipersonal y dialéctica entre sí que condiciona cada paso dado en el tiempo, coloreado por la ley fundamental y esencial de cada uno de nosotros.
La interpretación más libre del universo.
La versión más virgen de la esencia humana.
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